Léon Palustre - mas

Dehon conoció a quien sería su amigo, León Palustre (1938-1894), en su segundo viaje a Inglaterra (1862). Palustre le habló en forma entusiasta sobre su decisión de hacer un viaje por toda Inglaterra, al que Dehon se unió prontamente. Así, comenzó una profunda amistad que nunca terminaría.
 
Sobre el carácter de Palustre, dice Dehon: "Él tenía un carácter difícil, una voluntad de hierro y una naturaleza arrogante...", "tenía los gustos y las maneras de un gran señor" (NHV I/64v y NHV II/2r). Este temperamento puso a los dos amigos en más de una situación difícil, la más famosa es la anécdota durante su viaje en el Oriente, cuando, en su camino a Jerusalén, llegaron a la frontera entre Egipto y el Imperio Otomano. Ya en Egipto, León Palustre había usado frecuentemente su fusta contra muchos mendigos. Llegando a la frontera, un soldado otomano pidió su certificado de salud a los dos franceses. Palustre, que no entendió, pensó que el soldado era uno de los usuales mendigos y usó una vez más su fusta... “Por un momento, pensé que en vez de ir a los Santos Lugares a pasar las fiestas de Pascua, iríamos a pasarlas en Estambul." (NHV III/143) Pero, finalmente, Dehon tuvo éxito en explicar el malentendido (el soldado no levaba el uniforme oficial), y los dos amigos pudieron continuar su camino a Jerusalén.
 
En el final de 1868, los dos amigos celebraron un evento crucial en sus vidas: León Dehon es ordenado sacerdote el 19 de Diciembre, y apenas unos pocos días después León Palustre se casa. La carta que León Dehon, escribió a su amigo en esa ocasión es nuevamente una profesión de su profunda amistad.
 
"Mi querido amigo,Tus deseos están cumplidos y ahora eres cabeza de familia. Te felicito y estoy convencido de que serás feliz. Mis mejores deseos y mis oraciones están contigo en este momento tan importante para tu vida. El jueves celebré la misa por ti. Espero que Dios bendiga tu matrimonio... El 19 de diciembre te eché mucho de menos. Uno es tan feliz de encontrar a todos los amigos en esos grandes momentos, amigos que ayudaron a pedir a Dios su gracia, y amigos que compartieron las alegrías de aquellos días. Al menos estuvieron -lo que nunca esperé- mi madre y mi padre. No te describiré la consolación con que Dios acompaña sus gracias. Tú la experimentaste por ti mismo muchas veces" (LD 107, carta del 15.1.1869).