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Nuestra vida religiosa participa en la evolución, en las pruebas y en la búsqueda del mundo y de la Iglesia.
Por lo que nuestra vida religiosa se ve constantemente interpelada. Estamos obligados a repensar y reformular su misión y sus formas de presencia y de testimonio. Seguros de la indefectible fidelidad de Dios, enraizados en el amor de Cristo, sabemos que nuestra elección de la vida religiosa, para que permanezca viva, exige el encuentro con el Señor en la oración, la disponibilidad de corazón y de actitud para acoger el HOY DE DIOS.
Regla de Vida, 144 |
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